¿De qué sirve un maestro? [ … en los tiempos del COVID19]

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Texto por Lcdo. Manuel A Velásquez Alvarado, Psicólogo Clínico y Psicoanalista Infantojuvenil
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Hace ya un tiempo leía un artículo del escritor italiano Umberto Eco en el periódico “La Nación” de Argentina, titulado “¿De qué sirve un profesor?”, el cual me provocó escribir una primera versión de este texto, el cual hoy, unos años después, me pareció interesante re-escribir alrededor del contexto actual: ¿De qué sirve un maestro? [ …en los tiempos del COVID19].

El artículo de Uberto Eco plantea una cuestión fundamental: ¿en tiempos donde la información es accesible para todos y desde diferentes medios, porque necesitamos aun profesor(a)?, esta pregunta desde una mirada limitada, sobre la labor docentes, es sencilla de contestar: no sirve de nada. Si vemos al maestro únicamente como aquel que trasmite información y conocimientos a sus alumnos, porque él sabe y ellos no, entenderemos que es un actor cada vez más innecesario en el proceso educativo. Será un actor que no solo dejará de tener importancia, sino que tenderá a desaparecer.

“… y me hice maestro, que es hacerme creador.”

José Martí

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Cada vez más la práctica clínica, con niños y adolescentes, incluso mi trabajo como docente universitario en los últimos años, me ha llevado al contexto de la escuela y a la ineludible y necesaria re-flexión sobre la labor de un maestro o maestra. La función de estos, en la vida de un niño, adolescente e incluso joven universitario, es imprescindible cuando entendemos que se trata de acompañarlos a que aprendan y no a enseñarles; la diferencia es abismal. La docencia debe ser un gesto-acto liberador.

Sin embargo, la reflexión no está dirigida únicamente a cuestionar el futuro de la existencia de los maestras o maestros, también nos invita a cuestionarnos sobre qué tipo de maestros somos y debemos ser en la actualidad. Hoy podemos elegir entre ser de aquellos maestros que, creyendo saberlo todo, les enseñan a los estudiantes “que no saben nada”, o podemos elegir ser aquellos maestros que se reconocen como facilitadores, que, desde la experiencia docente, pueden acompañar a sus pupilos en su proceso personal de aprendizaje. Donde se les puede ayudar a ordenar, organizar e interpretar toda esa información y todo ese conocimiento al cual ya tienen acceso, no solo en la escuela, sino en sus hogares y en sus comunidades. El ser maestro es una elección y el ser un docente comprometido también; somos tan buenos maestros como lo elegimos ser.

«El fin de la educación no es otro que ayudar al niño al desarrollo y desenvolvimiento de sus potencialidades. Es una educación en libertad para la libertad.»

Adolphe Ferriére

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En un artículo anterior, Maternidad y Paternidad en Cuarentena [ir al artículo], hago referencia a la importancia de las maestras preescolares y cómo su función primordial es acompañar a los chicos a la introducción al mundo y ayudarlos a lidiar con sus vicisitudes, al mismo tiempo que hacen del conocimiento académico una herramienta para coadyuvar al niño a lidiar con la experiencia del mundo exterior. Creo que esta función sigue siendo fundamental en la primaria y secundaria, incluso en los primeros años de universidad, ya que estas también son etapas fundamentales en la constitución del sujeto, ergo, un mentor que los acompañe a transitarlas se constituye fundamental.

Ahora más que nunca se hace necesario una intervención docente que dé cabida a la peculiaridad de cada sujeto y, desde ese lugar y a su lado, constituir un camino de aprendizaje que dará cabida a la particularidad del uno por uno. La función docente, irreductiblemente, sin dejar de lado lo agotador que puede llegar a ser, implica siempre una responsabilidad, más allá de la enseñanza de una materia, facilita herramientas y habilidades para la vida. Ese profesor/a, que es facilitador y no transmisor de conocimiento, tiene mejores posibilidades de contribuir al crecimiento y desarrollo integral de los niños, de los jóvenes, y de aportar a la construcción de una mejor sociedad, de un mejor país. 

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Dinámicas familiares adversas, modelos de crianza disfuncionales, problemas de aprendizaje, inhibición, o simplemente las vicisitudes propias de cada edad son parte de la trama diaria que niños y jóvenes desplazan a la escuela; muchos chicos parecen estar sentenciados al fracaso escolar, y no es hasta que un afortunado día, un maestro, su maestra, les cambia la vida. De pronto, alguien es capaz de dirigir hacia ellos una mirada, y una lectura de su comportamiento, diferente y decide acompañarlos, transitar con ellos un nuevo camino y dispone auxiliarlos para destacar sus talentos y capacidades. Se constituye en una suerte de héroe, de mentor, que llega a marcan vidas y las transforma como en esos casos que dan fe de haber sido ¡Salvados por un Maestro![ir al artículo].

Hoy a pesar del distanciamiento físico-social y la virtualidad, impuesta por una aparente eterna cuarentena, los maestros y maestras pueden – y debe – cumplir y seguir transformando su función. Ahora, desde esta inédita realidad, los maestros se constituyen en un lazo entre los niños y el mundo exterior, un mundo que es para ellos, gracias a sus maestro y maestras, menos amenazante. Con la crisis sanitaria, que llevó al cierre de los centros educativos, el papel del maestro no dejó de ser necesario, todo lo contrario, hoy, en el contexto de la redefinida normalidad, su función se transparenta y se hace cada vez más indispensable como facilitador y acompañante de los niños y jóvenes, pero también de sus padres, en la acción liberadora de aprender.

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La labor docente es compleja, y en muchos casos en contextos adversos. Hay mucha diversidad en el salón, pero aquel maestro que se implica, en primera persona, con sus alumnos hará cosas asombrosas. Los maestros, aunque a veces las circunstancias los hacen hacer suplencia de esa figura, no sustituyen a los padres, pero ocupan un lugar-función igualmente fundante para la vida de los niños y jóvenes. 

Este es un día para celebrar ese oficio tan apasionante, pero también es un día para reflexionar sobre nuestro actuar como docentes. Es importante festejar y pensar a profundidad sobre el compromiso que tenemos todos los días en nuestras manos. Mi reconocimiento y gratitud para todos los maestros y maestras que se atreven, en un gesto de rebelión, a hacer de su labor un acto de liberación a la conciencia.

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Publicado por Manuel Velásquez

Psicoanalista. Psicólogo Clínico.

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