Estrategias iniciales para el fomento de la regulación emocional en niños pequeños

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Texto por Lcdo. Manuel A Velásquez Alvarado , Psicólogo Clínico y Psicoanalista Infantojuvenil

 

           «Si un niño no fue criado en el amor, sino en el miedo no aprende a amar sino a defenderse.»

Françoise Dolto

 

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La psicología define las emociones como estados afectivos que experimentan los seres humanos; la emoción es una fuerza subjetiva, frente al ambiente, que regularmente se hace acompañar de manifestaciones que alcanzan el cuerpo (fisiológicas y endocrinas) y que es influida por las experiencias previas del sujeto.

Las emociones tienen una función de ajuste a lo que nos rodea, a las circunstancias, a la realidad. Implica un conjunto de cogniciones, pensamientos, actitudes, interpretaciones y creencias sobre el mundo, que utilizamos para juzgar un contexto específico y, por tanto, determina la forma en la que se percibe dicha realidad.

Es durante la primera infancia que los niños aprenden de los sentimientos, y empiezan a correlacionar situaciones con emociones. Con frecuencia recurren a manifestaciones extremas emocionales, que van desde el entusiasmo hasta la frustración. En los primeros seis años de vida se inicia el desarrollo de la autonomía emocional y física, es también durante estas edades cuando se establecen los cimientos para la autorregulación y autocontrol. A medida que la autorregulación y las habilidades de lenguaje se amplían, los berrinches o arrebatos emocionales se hacen menos intensos, más manejables y se manifiestan con menos periodicidad.

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6 categorías básicas de las emociones y su función

IRA: nos da acceso al enojo, el resentimiento, a la rabia y la furia. Es un estado de irritabilidad, regularmente generalizado. FUNCIÓN: Es una emoción pulsional que puede dirigirnos a la destrucción.

SORPRESA: hace referencia a un estado de desconcierto o asombro. Suele presentarse por momentos breves. Puede constituir un acercamiento de tipo cognitivo a la realidad o al evento que se está viviendo. FUNCIÓN: nos permite ubicarnos y tomar una postura particular sobre la nueva situación que enfrentamos.

EL MIEDO: es la anticipación a una amenaza o estado de vulnerabilidad y puede tener como producto zozobra, incertidumbre, inseguridad y ansiedad. FUNCIÓN: al ser una anticipación a una amenaza o situación de riesgo el impulso que genera es hacia la protección o autoprotección.

ALEGRÍA: este sentimiento nos vincula con la euforia, la diversión y a estados anímicos de bienestar, diversión y seguridad. FUNCIÓN: al darnos acceso a un estado de satisfacción busca repetir el estímulo o la circunstancia.

TRISTEZA: implica pena, pesimismo, nostalgia, soledad. Es un estado anímico que puede ser transitorio o permanente. FUNCIÓN: a pesar que puede ser un estado complicado de superar, tiene como objetivo generar una reintegración personal de nuestros referentes subjetivos.

AVERSIÓN: se relaciona con el disgusto, el aborrecimiento o el asco. Suele ser también un mecanismo de defensa ante lo que consideramos dañino. FUNCIÓN: debido a que produce rechazo nos incentiva a alejarnos, a renegar de la situación o nos produce repulsión hacia aquello que tenemos delante.

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     Donde el lenguaje se detiene, lo que sigue hablando es la conducta.

Françoise Dolto

 

Las emociones en general tienen como resultado los sentimientos, y es a través de ellos que la persona tiene acceso a un estado anímico propio y particular. Se suele manifestar de manera física, verbal o espiritual. Forma parte de la dinámica anímica que instruye la respuesta a los eventos de la vida. Los sentimientos más conocidos son la indiferencia, el amor, el odio, la pasión y la ternura.

Estrategias para iniciar la autorregulación emocional

  • Identificación conceptual de las emociones: la primera estrategia es racional e implica la identificación conceptual y teórica de las emociones más frecuentes. No podemos regular algo que no conocemos y entendemos. Debemos empezar por las más frecuentes y recurrentes para el niño. La psicología las clasifica en dos grupos generales: a) emociones de aproximación, las cual son llamadas así por que motivan el acercamiento a contextos o circunstancias que nos genera sentimiento de bienestar. Estas pueden ser por ejemplo la sorpresa y la alegría; b) emociones de defensa, las cuales son todas aquellas que nos hacen alejarnos de una situación, contexto o personas. Estas son por ejemplo la ira o la aversión.

 

  • Re-conocerlas e identificar cuando se hacen presentes: partiendo que ya conocemos sus definiciones conceptuales, y entendemos las emociones de manera general, podemos avanzar en la dirección de re-conocerlas, lo que implica el hacernos conscientes del momento y de las circunstancias en las cuales se presentan. Debemos enseñar al niño a identificar las situaciones, contextos, relaciones o personas que pueden provocar una u otra emoción. Es importante registrar las respuestas fisiológicas, las cogniciones y pensamientos que preceden la emoción. El desarrollar la habilidad de re-conocer las emociones, y como es que estas motivan parte de nuestro comportamiento, es vital para reducir la impulsividad y promover el juicio en los niños.

 

  • No reprimir la emoción: como ya se ha dicho las emociones complementan los proceso cognitivos y mentales de los seres humanos, son las que nos permiten una interpretación particular al mundo, a las relaciones y a lo que nos pasa en la vida diaria. Desde esta perspectiva no existen emociones malas o buenas, solo emociones que nos puede hacer menos o más funcionales en las interacciones con el mundo. En ese sentido castigar, criminalizar o minimizar las emociones no ayuda a la autorregulación emocional. Reprimir una emoción no solo no es imposible, sino que en el intento podemos generar contextos de violencia y traumáticos para los niños. Un ambiente represivo hacia las emociones también interrumpe la comunicación y los espacios de expresión. Escuchar y respetar a los niños, es imprescindible, tienen derecho a sus emociones y a ponerlas en palabras.

 

  • Contener y contextualizar las emociones: ya hemos dicho que reprimir la emoción no ayuda la autorregulación, pero estas tampoco pueden fluir sin dirección o de manera desproporcionada ya que esto afecta la interacción con los demás. Las alternativas a reprimir son contener y contextualizar, esto significa darle un espacio y una intensidad adecuada a la emoción. Al ser parte del sistema psíquico humano las emociones son recursos para la interpretación de la realidad y nos llevan a la acción. Debemos validar las emociones en los niños, no darle un juicio de valor positivo o negativo, se trata de reconocer que se puede acceder a la emoción y que ello no es punitivo; desde esta perspectiva debemos enseñar al niño a que la intensidad de la emoción se regulan según el evento y las circunstancias, al mismo tiempo que le enseñamos que las emociones deben expresarse en los lugares adecuados, bajo las circunstancias pertinentes y hacia las personas correctas para darles una salida positiva, que favorezcan nuestras interacciones familiares y sociales y las hagan más saludables.

 

  • Generar juicio respecto a cada emoción: como se ha indicado cada emoción tiene un contexto y un fin, tiene un objetivo inconsciente. En la medida que los niños aprendan sobre ellas, reconozcan qué generan sus emociones, y que motivación inconsciente las impulsan será capaces de regularlas. Generar juicio implica tener plena conciencia de tres cosas: qué genera la emoción, que cogniciones y respuestas biológica se forjan al tener contacto con ellas y que acciones nos provoca, al mismo tiempo que reconocemos que alcances tienen en los vínculos en general. Implica hacer consiente cómo la salida, que se le da a cada emoción, puede integrarnos o excluirnos de un contexto y cómo fortalece o compromete nuestros lazos.

 

  • Desarrollar la empatía: regularmente la empatía se entiende como el reconocimiento de la realidad de los otros, sin embargo, esta concepción es limitada ya que la empatía implica también el reconocimiento y validación de las emociones que una situación puede generar en los demás. Este reconocimiento deberá partir de las experiencias del otro y no de las propias, es decir debemos reconocer, por ejemplo, el enojo o la tristeza en un niño por una situación particular, aunque desde nuestras perspectivas (y experiencia) no veamos motivos para acceder a esas emociones. No debemos confundir el reconfortar al otro o el enseñarle sobre la congruencia de las emociones con la represión o invalidación de estas. La única forma que un niño aprende sobre la empatía es cuando le damos acceso a ella desde sus propias vivencias y experiencias.

 

  • Desarrollar resiliencia: La resiliencia es la capacidad de las personas para sobreponerse a momentos y situaciones críticas, estresantes o traumáticas y de adaptarse luego de experimentar algún evento inusitado e inadvertido. Es la competencia individual o colectiva de reintegrarse frente a la adversidad para seguir con la vida. Esta capacidad permite fortalecer el sentimiento de valía y con ello la autorregulación emocional también se desarrolla.
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     “… siempre que escuchas con prejuicios no escuchas”

Joseph Knobel Freud

 

Las emociones, su compresión y reconocimiento, son vitales para establecer vínculos saludables en la niñez y en la vida adulta, su autorregulación permite una convivencia más respetuosa y saludable. Es imperante reconocer que la educación emocional es un ejercicio constante que debe estar basado en la paciencia y el repasto, considerando siempre la madurez psicológica de cada etapa de la vida.

 

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Publicado por Manuel Velásquez

Psicoanalista. Psicólogo Clínico.

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