TRANSFERIR EL BIENESTAR

Colaboración para Nueva Narrativa (espacio Menta Humanos en Presa Libre)

Por: Manuel A. Velásquez Alvarado, Psy

Photo by Ketut Subiyanto on Pexels.com

Desde un sentido lingüístico con bienestar nos referimos a una dimensión espacio-temporal. El español nos permite separar el “ser” del “estar”, es decir que el estar alude al espacio y el ser al tiempo. Entonces en términos del idioma podemos utilizar el vocablo bienestar para refe­rirnos a una condición estable, sostenida en el tiempo, tal vez durante toda la vida, del sentirnos bien. Esto puede introducir la discusión sobre la validez de lo que nos puede generar bienestar, no siempre podría ser bueno. 

Por otro lado, la psicología y la salud mental nos propone el bienestar como la usencia de síntomas, como ese estado donde las cosas que nos pueden hacer daño no están, o que al menos las tenemos bajo control; algo que podría tornarse complicado cuando no todo depende de nosotros. Por su parte el psicoanálisis, menos positivista, nos propone el imposible de bienestar desde la perspectiva de las tensiones permanentes con el inconsciente del sujeto. 

Partiendo de esto último es posible entrar a una dimensión diferente de bienestar, la cual podría hacer referencia a una postura ética que se produce de un trabajo intimo e individual. No solo como un estado-transitorio de “estar-bien” sino como una forma, en constante construcción, de los referentes internos, que nos permiten establecer vínculos posibles y de sobre como asumir con valentía y humor la vida y sus vicisitudes ineludibles.

El paternar implica un constante involucramiento en la tarea de la crianza, causa ineludible, intransferible e indelegable. Este proceso implica aprender no solo tácitamente, es decir mientras lo vamos poniendo en acto, sino también de una manera formal compartiendo con otros padres o dejándonos acompañar por expertos. 

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Pero aprender, en cuanto a crianza, no basta para hacernos cargo de acompañar a otro sujeto en ciernes, que se enfrenta constantemente y siempre por primera vez, a las vicisitudes y bondades de estar vivo, del vínculo, de aprender sobre el amor, el dolor, la felicidad y el fracaso. Se requiere también que quienes los acompañamos podamos lidiar con todo ello de una manera funcional y fluida, ¿porque si no como les podremos transferir esa experiencia y herramientas de vida? ¿Cómo les podremos acompañar a crear su propias e inéditas formar de enfrentar la vida?. En este sentido el bienestar, desde esa nueva dimensión que nos planteamos, debe ser algo a lo que debemos poder acceder como personas-padres. 

Cuando hemos logrado esto la crianza deja de ser confusa y caótica y empieza a ser un camino de descubrimiento mutuo, un ejercicio de acompañamiento respetuoso y emocionante. Para que este ejercicio de acompañar devenga en sujetos que sepan vincularse provechosamente, quienes acompañemos deberemos hacerlo también, pero desde eses bien-estar ético. Esto nos pone frente a un decreto ineludible: si queremos hijos de bien deberemos ser, quienes los acompañamos, hombres de bien y para ellos no bastara con aprender sobre crianza, deberemos también, constantemente, procurar nuestros bienestar-ético como producto del trabajarnos, de una manera constante y sistemática, a nosotros mismos hasta las últimas consecuencias. Para que el bienestar no sea solo un estado sino una postura ética frente a la vida. 

Publicado por Manuel Velásquez

Psicoanalista. Psicólogo Clínico.

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