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Texto por Lcdo. Manuel A Velásquez Alvarado , Psicólogo Clínico y Psicoanalista Infantojuvenil

«No puedo pensar en ninguna necesidad de la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección paterna»
Sigmund Freud
El COVID19, y su cuarentena, ha transformado nuestras vidas, nos reta a repensar nuestro contexto y nos obliga a adaptarnos a nuevas realidades. Nuestras dinámicas familiares se han modificado y la expectativa de lo que esperamos de los centros escolares también. Además del estrés social y laboral se suman las preocupaciones sobre la educación de los niños, nos hacemos preguntas sobre cómo ¿se verá afectado su aprendizaje?, ¿qué impacto tendrá en la calidad de su educación?, ¿Cuál es el rol de los centros educativos en este momento?. Todas estas preguntas son legítimas y requieren una respuesta, sin embargo, en el caso de los niños en edad preescolar estos cuestionamientos tendrán respuestas muy particulares, algunas incluso inesperadas.
El contexto y edad preescolar (preparatoria y primaria baja) es sustancialmente diferente al contexto de la edad escolar (primara alta y secundaria); el segundo tiene como objetivo la transmisión de conocimiento formal académico, mientras que el primero (el preescolar) tiene como objetivo la trasferencia de valores generales que fundamentan a la familia del niño, el entendimiento de las dinámicas y los vínculos primarios, la introducción a una cosmovisión, las relaciones filiales y el primer acercamiento al entendimiento del mundo. Es aquí donde capitalizando esta crisis sanitaria mundial, en el contexto de una cuarentena, se abre un espacio irrepetible para hacer lazo con nuestros hijos.

En la primera infancia se inscribe la confianza, es por ello que en esta etapa los cuidados maternos, la resolución de las necesidades del niño, son las primeras manifestaciones de amor para el menor. Si durante esta etapa el afecto de los padres no es sostenido ni adecuado, el niño es rechazado o descuidado, puede causar en él desconfianza y temor excesivo por su bienestar, lo que eventualmente impactará en su comportamiento y en sus relaciones con los otros. Los niños que en la primera infancia no desarrollen un lazo estrecho y saludable con su madre serán adultos que, muy probablemente, tendrán dificultades para establecer vínculos saludables.
Durante los primeros seis años de edad los niños inician el desarrollo de autonomía física y emocional, es también durante esa etapa que se sientan las bases para la autorregulación y autocontrol. Si sus padres entorpecen el perfeccionamiento de estas habilidades, demandándoles que hagan cosas para las cuales no están aún preparados o, en el otro extremo, haciendo las cosas por ellos aun cuando ya tienen la capacidad y aptitud para hacerlo, pueden generar distorsiones sobre sus capacidades y autoconcepto (sobreprotección e hiperprotección). Por otro lado, si los padres censuran, limitan y corrigen en exceso sin valorar las necesidades propias y esperables para cada etapa de su desarrollo, es esperable que los niños tengan dificultades para entender, interpretar e incorporar al mundo, así como retos considerables para su autorregulación en la sociedad.

En la etapa preescolar el amor tiene diferentes expresiones, se demuestra impulsando la independencia, desarrollando la curiosidad y la creatividad, favoreciendo la iniciativa y promoviendo la soberanía en los niños. Aquellos padres que no favorecen espacios para que los preescolares operen desde la autonomía y limitan o castigan al comportamiento del infante, desarrollaran en ellos sentimientos de inadecuación, culpa y rebeldía atreves de límites demasiado rígidos o, en el reverso, la ausencia de estos o relaciones de hiperprotección. Crecer en contextos como estos fundamenta, en la vida adulta, la inhibición del ánimo, la dificulta para enfocarse o trazar metas y alcanzarlas.
Por otro lado, cuando se evalúan – en el consultorio o en el centro escolar – las peculiaridades de las aptitudes en los niños, relacionadas al afecto paterno-materno en los primeros años de vida, se diferencia la imprescindible relación entre este y la disposición en el interés de los niños de aprender y en relacionarse apropiadamente dentro del contexto escolar y social; Además de haber una relación directa con un mayor compromiso en el trabajo escolar y su aprendizaje, se evidencia mayor motivación e interés por las ocupaciones escolares y las relaciones saludables con sus pares y maestros.
La aceptación de las particularidades de cada niño, el reconocimiento de sus capacidades y sus insuficiencias, el respeto y consideración que los padres tienen hacía ese pequeño sujeto en cierne, es fundamental para la conformación de la subjetividad y la afectividad. Es en la familia donde los niños tienen acceso a las primeras y principales relaciones afectivas, tanto positivas como negativas. Si los niños, en el contexto familiar, se sienten aceptados y respetados será para ellos más fácil la integración al ambiente escolar. La familia es un sistema en constante trasformación que se integra a otros sistemas como el biológico, el social, el escolar y el cultural; es un régimen dentro del cual nacemos, nos desarrollamos y morimos.

«Es solo cuando los sentimientos de los padres son ineficaces o demasiado ambivalentes o cuando las emociones de la madre están ocupadas temporalmente en otra parte que los niños se sienten perdidos»
Ana Freud
Dentro de los salones preescolares hay una gran pluralidad en los niños, cada uno de ellos con sus propias particularidades y sus oportunas formas de proyectar la peculiar manera en que sus madres y padres les manifiestan respeto, seguridad, confianza e independencia. Las maestras y maestros de preescolar coadyuvan al proceso de maduración y desarrollo de los niños trasmitiéndoles conocimientos para la vida. Sin embargo, en esta etapa de la vida los mayores aprendizajes vienen de los padres, de la familia, es por esto que, en esta etapa decisiva para el desarrollo afectivo, la presencia y la calidad de los modelos paternos son determinantes para los niños.
Es por esto que si bien, los conocimientos duros y las habilidades que los chicos se adquieren en el preescolar, son necesarios y significativos para aprender a lidiar con el mundo, en la edad preescolar lo irreductible e indispensable es el aprender sobre el afecto y sobre los vínculos, sobre el manejo emocional, sobre valores y relaciones humanas, lo cual su principal escenario es la familia.

En contextos como el actual, una prolongada cuarentena, nuestra preocupación no debe enfocarse en los aspectos académicos que posiblemente (y naturalmente) se estén retrasando para los chicos, ya que estos son recuperables en el corto plazo y seguramente los centros educativos están ideando la forma de rescatar el tiempo y los contenidos. Entonces nuestro enfoque debe estar en re-crearnos como padres, en identificar la oportunidad de fortalecer nuestro modelo de crianza, de reinventar la manera en que nos vinculamos con ellos y de cómo ejercemos una paternidad que cumple una función reguladora y referente.
Es también un momento, seguramente irrepetible durante esta etapa tan fundamental para los infantes, para conocerlos y reconocerlo, saber de ellos, de sus emociones, de sus retos, de su potencial, de sus pensamientos, de las motivaciones de su conducta, de sus vicisitudes, de sus sueños y deseo. Definitivamente esto es, por mucho, más importante para el futuro y para vida de los más pequeños que el aprendizaje escolar retrasado por unos meses.
Un comentario en “Maternidad y paternidad en cuarentena: una oportunidad para hacer lazo con nuestro hijo preescolar.”