A propósito de los propósitos (año nuevo 2015).

El consultorio es un terreno poblado de contingencias, vicisitudes, sede de sin sentidos y es precisamente por ello que allí opera la cura. Entretejer el delirante discurso del paciente produce un decir que le permite dar sentido propio a la existencia y con ello rectificar todo aquello que le genera malestar. En ese recorrido hay cabida para los propósitos.

Hace un par de días tuve las últimas sesiones clínicas del año con mis pacientes, antes de tomar unos días de descanso prudente y quizá necesario para ellos y también para mi. Uno a uno como cada semana ocuparon su lugar en el sofá/diván, cada quien con su propio discurso, con sus propias dudas, con sus propios miedos y sus propias certezas; sin embargo, con el pasar del día una transversalidad se fue presentando en la clínica, ellos introdujeron también, desde su particularidad, sus propósitos para el año nuevo.

La cultura nos ha impuesto ciclos de tiempo y eso ciclos, cuando se reinician, parece conllevar la urgencia de proponernos cambios respecto a lo que creemos que ya no funciona para nosotros. El año nuevo es precisamente uno de esos ciclos de tiempo, casi universal, donde los propósitos se hacen presentes.

El decir de uno mis pacientes en su última sesión del año me pareció particularmente poderos para reflexionar respecto a los llamados propósitos de año nuevo. Adquiere especial  importancia para su proceso, por su contexto y por la razones que lo llevaron inicialmente a la consulta. Se trata de un adolescentes de 15 años, muy inteligente y con gran capacidad de abstracción, superior a la de sus pares, pero que llegó hace unos meses al consultorio inhibido y con la imposibilidad subjetiva de trascender su niñez y acceder a la vida adolescente.

Su avance a sido significativo, a logrado cambiar de sesiones donde no podía recurrir más que a respuesta dicotómicas a sesiones donde se posiciona de un lugar, elabora un discurso respecto a su propia vida y se implica en las cosas que le pasan; transcendió del “tengo miedo a cambiar” al “quiero tener la oportunidad de ser alguien diferente”. Fue precisamente este muchacho, ahora ya en una posición subjetiva de adolescente, el que en su última sesión del año introduce con mayor fuerza la intención de definir sus propósitos de año nuevo y que mientras los enumeraba y describía evidenciaba, con mucha sensatez, su deseo de rectificar el rumbo actual de su vida para ser director de ella más allá de seguir siendo un espectador inhibido.

Este joven no es consciente (aún) que es precisamente el compromiso con esos propósitos que él mismo a introducido en los últimos meses, lo que le ha permitido empezar la transición de la niñez a la adolescencia, y con ello la construcción de un discurso personal e inédito respeto a su existencia que lo vincula a su propio deseo. Esto es lo que la psicoanalista francesa Francoise Dolto refiere cuando escribe: “Lo que caracteriza al adolescente es que dirige su mirada a un proyecto lejano, que él imagina en un tiempo y un espacio diferente de aquellos en los que ha vivido hasta entonces”.

Es en este contexto que los propósitos de año nuevo pueden adquirir una nueva formulación, puede ser entonces el motor de una causa hacia un proyecto inédito que dé acceso a nuevas vivencias. Los propósitos de año nuevo, al menos para este adolescente en cuestión, no son solo una lista de cosas, actividades o acciones que desea cambiar en su vida sino que es esa imparable tendencia (muy propia en él cuando se compromete) de desbocarse, con la fuerza de la juventud, hacia su deseo desde una causa personal. Lo que puso entonces en acto, en aquella última sesión del año, no fue la tendencia a seguir una tradición social, sino más bien la apuesta por, en sus propias palabras,  “ser alguien diferente, más cercano a quien deseo ser y no a quien me han dicho que debo ser”·

Propósitos en cuanto a una causa, una causa de deseo que es posible, es uno de los tantos aprendizajes que nos deja el proceso de este muchacho que intenta llevar su análisis hasta las últimas consecuencias.

Por: Manuel A. Velásquez y Alvarado, Psicoanalista

Nueva Guatemala de la asunción, 31 de diciembre de 2014

mvelasquez@entre-dichos.net
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Twitter: @menu_velasquez

Publicado por Manuel Velásquez

Psicoanalista. Psicólogo Clínico.

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